ABANSD’ARA

Disciplina

De Soldevila (Barcelona, 1892-1967) a La Publicidad (2-III-1921). Avui fa 95 anys que l’Orfeó Català va estrenar a Catalunya la Passió segons Sant Mateu de Bach, motiu d’aquest article.

Carles Soldevila, ‘myself’ 1921
27/02/2016
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Peces Històriques Triades Per Josep Maria Casasús[…] He censurado mil veces la grosería de nuestros públicos. Hoy se me presenta una ocasión de aplaudirla. No quiero desperdiciarla. La cosa sucede en el paraíso del Palau de la Música. ¿Lo conocéis? La madera se conserva en buen estado; los bancos tienen respaldo; fastidia un poco la sempiterna amenaza de unos cascos de caballo que surgen junto al techo, a lado y lado de las paredes, pero si se tiene cuidado de no levantar la vista, uno llega a olvidarse de los susodichos cascos. En ese paraíso se reunió el domingo una multitud filarmónica para escuchar la Pasión de Bach. No cabía un alfiler. Al acabar la sesión de la tarde (es sabido que la cantata comprendía tarde y noche), los del paraíso abandonaron sus asientos no sin antes dejarlos señalados con muy diversas señales. Hubo quien fijó sobre la madera el clásico papelito sin valor; hubo quien clavó una tarjeta con nombre, apellido y domicilio; hubo quien, más generoso, dejó una bufanda que por lo menos valía cinco pesetas; hubo quien ató al respaldo un pañuelo, un pañuelo limpio, etc. Después de cenar, la gente regresó al paraíso dispuesta a reanudar la audición, y con la esperanza de volverse a sentar en el sitio que conquistó a la tarde. Y así fue. Papeles, pañuelos, bufandas, tarjetas, símbolos de una posesión, fueron escrupulosamente respetados. No ocurrieron incidentes. No hubo violencias, ni hurtos, ni martingalas… ¡Ah, qué ejemplo de educación cívica! Alguien insinuará que la música domestica a las fieras. No regatearé los efectos sedantes del arte de Euterpe, pero creo que tanto como la música, la política ha contribuido a comunicar cierta disciplina a la multitud que se congrega en los lugares públicos. Desde la Solidaridad Catalana existe entre nosotros una especie de prurito de quedar bien en los espectáculos, en las audiciones, en las manifestaciones. Nos sentamos, nos levantamos, aplaudimos, imponemos silencio, reímos a carcajadas, decimos: ¡No, no!, cuando el orador declara que teme abusar de nuestra paciencia, agitamos pañuelos, todo con un afán de teatralidad que admira. Imagino que la disciplina alemana tiene su raíz en el alma ovejuna de la raza; los alemanes son disciplinados y no pueden dejar de serlo. Nuestra disciplina es otra cosa: nuestra disciplina es un producto artístico, una creación libre; […]

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