A mediados de la semana pasada comuniqué a Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, mi decisión de abandonar el Comité Ejecutivo del partido y, en consecuencia, mi responsabilidad en el área de Educación. Lo hice, sobra añadirlo, agradeciéndole la confianza que depositó en mí hace cuatro años al proponerme como cabeza de lista al Parlamento balear y al incluirme meses más tarde en la ejecutiva recién ampliada. Han sido cuatro años apasionantes, de los que he sacado provechosas lecciones sobre el ejercicio del poder y el valor de la amistad, y en los que he conocido a gente estupenda, dentro y fuera del partido, empezando por muchos de mis compañeros de ejecutiva.
Pero todo llega a su fin y ese fin, en mi caso, arrancó con mi derrota en las primarias de Baleares del pasado mes de marzo y terminó de concretarse el lunes de la semana pasada con la reunión del Comité Ejecutivo a la que no pude asistir por encontrarme de viaje fuera del país. Para que nadie se llame a engaño: soy de los que consideran que la posición mayoritaria adoptada en esa reunión en relación con la próxima investidura del presidente del Gobierno es la correcta. Las promesas están para cumplirlas, y Ciudadanos, en las elecciones generales del mes de abril, suscribió ese contrato con sus electores. Lo que no quita, claro, que el desenlace de ese Comité Ejecutivo causara en mí, incluso a distancia, cierta desazón.
No me voy, pues, por las mismas razones que han llevado a mi excompañero Toni Roldán a abandonar la Secretaría de Programas y el partido, aunque no negaré que su marcha –ni que sea porque mi labor en el campo educativo dependía, en último término, de su secretaría– también ha influido. No; los motivos por los que dejo la ejecutiva del partido y, por ende, la portavocía del Comité Autonómico de Baleares y el cargo de consejero en el Consejo General, son varios y de índole personal –como todos, al cabo– . En cualquier caso, no es este el lugar ni el momento para exponerlos. Baste decir, a manera de síntesis, que una empresa como la de formar parte del comité ejecutivo de un partido que aspira a gobernar España en un futuro no muy lejano requiere una motivación y una ilusión muy superiores a las que yo pueda tener hoy en día.
Así las cosas, sólo me queda desear al despedirme que ese futuro, lo mismo para Ciudadanos que para España, resulte navegable.